domingo, 5 de octubre de 2008

Observar y escuchar

Tal vez dos cosas básicas para mi función profesional, que en el mundo real pocas veces se detiene uno a hacer. Haber decidido seguir la juerga en soledad, me dió la oportunidad de realizarlas y sentirme realmente relajada.

Ya en alguna ocasión, me había dedicado con mi family trasnochadora a viborear a los chavos de salen de los antros del barrio antiguo a eso de las 4am y fue realmente divertido, desde ver a quienes se abrazan para no caerse, víctimas de los influjos del alcohol, hasta quienes tienen su telenovela personal y van llorando con los zapatos en la mano y el maquillaje destrozado.

Pero lo de ayer, lo de ayer fue diferente. Me detuve en el mismo lugar, luego de pedir a mi fallido intento que me dejara sola, ya que no podía seguir en compañía de quien solo me daría un taxi y ahí empezó la aventura.

Primero, viendo la misma escena que la vez anterior, luego, tomando un taxi hacia la ansiada cena. Ahí, me dediqué a esperar y comer en paz y silencio, observando a quienes llegaban, quienes se iban, quienes hablaban, quienes se desesperaban, escuchando pláticas ajenas, sonidos, expresiones, risas.

Tal vez inspirada por el "Vuelo de mariposa" escuchado unas horas antes, me sentí como tal, una alada espectadora del bullicio de quienes terminan la noche degustando tacos a altas horas de la madrugada, con sus compañeros de juerga, lo que tantas otras veces he hecho yo misma.

La mujer sin miedo

"Sylvia, tú no le tienes miedo a nada", fueron las palabras que salieron de la boca de Diana cuando ibamos caminando por una banqueta de la calle Padre Mier y yo pasé por encima de una alcantarilla y, la verdad, me hicieron reflexionar. De esto, hace ya poco más de tres meses, pero no me había dado a la tarea de escribir sobre ello.

No fué sino hasta dos meses después que empecé realmente a maquinar sobre este escrito, luego de reencontrarme con ella y enterarme de ciertas cosas que sucedieron en su vida, de las que no me corresponde hablar. Sólo puedo decirle que su expresión de aquella noche de café y ladies night, que terminó con visitas bizarras a farmacias y, como siempre, sermones de mi parte, es totalmente falsa.

Si bien no siento temor de ciertas cosas concretas, como la que sucedió esa noche o de andar sola en la calle aún siendo de madrugada y un sin fin de etcéteras, existen un montón de cosas más que me infunden un pánico más grande que el que ella siente cuando le mencionamos al payaso de "Eso".

Empezando por la amarga experiencia que ella vivió, hasta pasar por la pérdida de un ser querido o que una persona realmente importante para mí pierda la razón y no vuelva a ser la misma de antes, hay muchas cosas irracionales, en las que no tendría por qué pensar, que me pueden poner como una niña ante el monstruo escondido en su clóset o debajo de su cama.