Cuando me pegó la soledad
fue precisa y contundente,
llegó duro y a la cabeza
o ¿sería al corazón?
Esa misma que es mi amiga
con quien normalmente me llevo bien
a quien no suelto ni por equivocación
me traicionó, me arrancó lágrimas.
Un 911 salvó la noche
un abrazo a menos de cinco cuadras
un halago de quien no se espera
un café frío y sin cuerpo
pero con la compañía que necesitaba.
Obviamente el título lo indica
todo es culpa de Andrés
y pensar que un recuerdo de su homónimo
se me presentó leyendo sus obsesiones.
domingo, 29 de junio de 2008
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